Este es un blog que quiere hacer llegar cuentos diferentes a todos aquellos que los quieran leer.

lunes, 19 de marzo de 2012

EL BAÚL MÁGICO

Este cuento es toda una aventura. Está escrito para niñas de ocho a doce años. Y espero que si alguna lo lee, lo disfrute de verdad.


EL BAÚL MÁGICO


Ya solo quedaba una hora para acabar las clases y comenzar el verano, pero a Sammy se le estaba haciendo eterna. Parecía que las agujas del reloj se habían parado. De repente sonó el timbre. Por fin, tres meses de vacaciones.
Ese verano lo iba a pasar en casa de su abuela María. Tenía muchas ganas de ir, era su abuela preferida y además hacía las mejores tartas del mundo. Iban a ser unas buenas vacaciones, aunque en esos momentos no podía ni imaginar que iba a ser un verano muy, muy especial.
A la mañana siguiente, su madre la llevó hasta el pueblo donde vivía la abuela. Siempre le había gustado la casa de la abuela. Era enorme, llena de habitaciones y armarios gigantes en los que esconderse, y además, arriba del todo, había un gran desván.
Al llegar, vio a su abuela sentada en el porche. Sammy salió corriendo del coche y la abrazó.
-¡Abuela, abuela, qué ganas tenía de verte! – dijo Sammy muy feliz.
- Cómo has crecido, Samantha, eres toda una mujercita – dijo la abuela mientras la miraba de arriba abajo –, ¡dame otro abrazo, que me ha sabido a poco!
Sammy volvió a abrazarla, pero enseguida se separó de ella.
 -¿Y ese olor tan rico? – preguntó.
- Es tarta de chocolate - le susurró la abuela en el oído –, la acabo de terminar. Ve a por un trozo.
Sammy fue corriendo a la cocina. Allí estaba la tarta, toda de chocolate, su preferida. Se puso un trozo enorme y no paró de comer hasta que el plato quedó completamente limpio.
Como su abuela seguía fuera hablando con su madre, decidió explorar toda la casa. Recorrió la planta de abajo y luego subió arriba, a las habitaciones. Todo estaba como lo recordaba. Sólo quedaba el desván. Nunca se había atrevido a subir sola, pero esta vez, no tenía miedo ya tenía doce años.
Estaba lleno de trastos viejos y había polvo por todas partes, salvo en un baúl que había al fondo. Era un baúl precioso, de color blanco y adornado con mariposas de muchos colores que parecía que iban a volar. En la parte superior había una inscripción.
- LAURA- leyó Sammy –, es el nombre de mamá.
Le pareció bastante extraño, ya que no recordaba haber visto nunca ese baúl. Intentó abrirlo, pero tenía un candado, y la llave no estaba por ningún lado.
-¡Samantha, a cenar, ya es muy tarde! – gritó la abuela desde la cocina.
- Ya voy, abuela – le respondió.
Ya en la cena, Sammy le contó a su abuela el descubrimiento que había hecho.
- Abuela, me he encontrado en el desván un baúl con el nombre de mi madre, pero estaba cerrado.
- Es el baúl de los disfraces. A ella le encantaba disfrazarse cuando tenía tu edad. Pasaba horas y horas jugando con ellos.
-¿Y sabes dónde está la llave?
La abuela se levantó para recoger los platos. – Supongo que estará en la habitación de tu madre, pero no sé dónde – contestó-. Mañana puedes buscarla, ahora es muy tarde y hay que irse a la cama.
A la mañana siguiente, Sammy decidió buscar la llave. Fue a la habitación de su madre y buscó por todas partes, sin encontrarla. Cuando ya estaba a punto de rendirse, oyó crujir un tablón debajo de sus pies. El tablón estaba suelto, lo levantó y encontró una pequeña caja. Allí estaba la llave, junto a varias fotos. Eran fotos de su madre cuando era pequeña. En una de ellas estaba disfrazada de astronauta y parecía que estaba en la luna,  en otra estaba montando un caballo, vestida de amazona. Qué extraño, nunca había visto esas fotos antes. Dejó las fotos en la cajita y se guardó la llave.
Subió corriendo al desván e introdujo la llave en el candado. Con un leve chasquido, el candado se abrió y Sammy levantó la tapa.
El baúl estaba lleno de disfraces. Había de princesa, de pirata, de bruja, y también de astronauta, como el de la foto. Todos eran preciosos, parecían de verdad, no como esos que le compraba su madre para el carnaval.
No sabía cuál ponerse primero, así  que cerró los ojos y cogió uno al azar. El de pirata. Se lo puso y fue a mirarse a un espejo que había junto al baúl. Le quedaba perfecto, parecía un pirata de verdad, y tenía hasta una espada.
- Samantha ¿dónde estás? – su abuela le llamaba desde abajo.
- ¡Ya voy, abuela! – gritó.
Sammy, que no podía dejar de mirarse en el espejo,  se echó para atrás y sin darse cuenta, tropezó con el baúl, cayendo dentro de él. Mientras caía y caía, todo se volvió negro. De repente, todo paró y empezó a oír como unos silbidos a su alrededor. Abrió los ojos y vio un proyectil que iba directo hacia ella. Se tiró al suelo instintivamente. Estaba en un barco con bandera pirata y otro barco les estaba atacando.
Estaba confusa, no sabía qué pasaba, ni sabía qué hacer, y sobre todo, no sabía cómo había llegado hasta allí. Corrió a refugiarse, pero el capitán se cruzó en su camino.
-¡Marinero! Ve a por más pólvora, ya casi no nos queda.
Sammy fue a buscar la pólvora, pero no sabía dónde estaba. Preguntó a otro marinero que, con cara de pocos amigos, le dijo que estaba en la bodega.
Sammy bajó corriendo, cogió uno de los barriles de pólvora y con mucho esfuerzo consiguió subirlo por la escalera.
Ya en cubierta, la tripulación estaba saltando y gritando de alegría. Habían ganado, el otro barco se estaba hundiendo.
Todos callaron de golpe, el capitán iba a hablar. – Nuestro mayor enemigo ha sido derrotado, el Capitán Corso y sus piratas ya no se interpondrán en nuestro camino. Pronto encontraremos la Isla del Loro Rojo y el tesoro escondido.
 -¡Viva el capitán! – gritaron. Estaban tan felices que contagiaron la alegría a Sammy, que también se puso a gritar.
- Mi capitán, tenemos un problema – le dijo el contramaestre.
-¿Qué pasa?- preguntó.
- El traductor ha desaparecido, ha debido caer por la borda.
-¿Y cómo desciframos el mapa?- el capitán se quedó mirando a la tripulación y preguntó, con cara de no esperar respuesta -: ¿alguno sabe hablar francés?
Sammy, tímidamente,  levantó la mano. Su madre se había empeñado en que tomara clases de francés. Ahora le iban a ser útiles.
-¿Cómo te llamas?- le preguntó el capitán.
- Me llamo Sammy – respondió casi sin voz.
- Acompáñame a mi camarote, tenemos que hablar.
Siguió al capitán hasta su camarote, una habitación bastante grande y lujosa para ser un barco. Éste abrió un pequeño cofre que había en la mesa en el centro de la habitación y sacó un pergamino. Lo desenrolló y se lo enseñó.
- Este es el mapa del tesoro del Capitán Caracortada. Como podrás ver, todo está escrito en francés. Necesito que lo traduzcas.
Sammy empezó a mirar el mapa. En él aparecía un grupo de islas y una de ellas estaba marcada con una calavera, era la isla del Loro Rojo. Justo al lado, había varias frases en francés. Sammy habría deseado tener en sus manos el odiado diccionario de francés, porque no estaba segura del significado de algunas palabras.
- El tesoro hallaréis, si en la isla no perecéis – leyó –, escondido está y encontrarlo, fácil no será.
- ¿Qué más pone? – preguntó el capitán.
- La clave del lugar en el mapa la hallarás – respondió Sammy, sin entender bien el significado de esta última frase.
El Capitán le pidió que siguiera traduciendo. Echó otro vistazo al mapa y vio que había un montón de frases escritas por todo el pergamino, sin ningún orden.
Los dos siguientes días los dedicó a traducir las frases. Había muchas, y todas sin sentido. La noche del segundo día, Sammy estaba agotada, llevaba horas sin comer ni dormir, obsesionada con lo que ya había traducido. No encontraba sentido a ninguna. De pronto, entró el capitán en el camarote.
- Mañana por la mañana llegaremos a la isla – le dijo.
- ¡Tan pronto! – respondió Sammy muy sorprendida. Se le había pasado el tiempo volando.
- Llevas todo el día aquí encerrada. Sal a cubierta, come algo y descansa – le dijo el capitán. Sammy le hizo caso, necesitaba respirar aire fresco.
Ya había oscurecido, el mar estaba en calma y el cielo estaba despejado. Se sentó en la cubierta a contemplar las estrellas, la vista era espectacular. En seguida se  quedó dormida y empezó a soñar con su casa. Estaba con su madre y jugaban a las adivinanzas. Su madre era la mejor, siempre ganaba.
Se despertó sobresaltada.
 - ¡Esos es, adivinanzas!- gritó Sammy.
Bajó corriendo al camarote a revisar de nuevo el mapa. Allí estaban, ¿cómo no las había visto antes?. Fue a decírselo al capitán y entre los dos intentaron descifrar las frases.
“Nace en lo alto de la montaña, muere en el mar, y a lo largo de su vida, grandes saltos  debe dar”.
“En sus ramas nacen y allí vivirán, si te divisan ellos antes, un coco te tirarán”.
-¡Tierra a la vista!- se oyó a lo lejos.
Ya había amanecido y estaban llegando. Era una isla preciosa, se veía mucha vegetación y grandes acantilados. Se acercaron a una zona en la que se podía divisar una playa. En varios botes llegaron hasta ella.
- “Cocos verás cuando arena tus pies pisarán”- leyó Sammy mientras miraba, buscando  los cocos –. Capitán, en esta playa no hay cocos – dijo.
- Y eso qué importa – le respondió.
- Esta no es la playa, en la adivinanza habla de una playa con cocos, y aquí no hay.
- ¡Contramaestre! – gritó el capitán –, vaya con varios hombres e inspeccione la isla, buscamos un río. Nosotros volveremos al barco y daremos la vuelta a la isla.
Sammy y el capitán volvieron al barco y comenzaron la inspección. Todo eran acantilados, ni una playa. Regresaron de nuevo. Sammy estaba desconcertada, no había más playas y esta no tenía cocoteros. Decidió sentarse y echar otro vistazo al mapa. Hundió los pies en la arena y buscó alguna señal que no hubiera visto antes, pero nada. No podía ser, algo se le escapaba. Fue entonces cuando, a punto de rendirse, levantó la vista hacia el mar y los vio. Allí estaban los cocos. ¡Qué listo era el capitán Caracortada! No era esa isla, era la de enfrente.
Corrió a decírselo al capitán, que inmediatamente dio la orden de ir a la otra isla.
Se adentraron en la jungla, siguiendo las indicaciones del mapa. Tenían que buscar un río y un palmeral. Estuvieron caminando durante varias horas hasta que empezaron a oír muchos gritos.
-¿Qué son esos gritos? – preguntó uno de los marineros.
- Creo que son monos – dijo Sammy -. Debe de ser el palmeral. Tened mucho cuidado, según dice el mapa, estos monos disfrutan tirando cocos a los que pasan por aquí.
Cruzaron el palmeral lo más rápido que pudieron, esquivando los cocos que les lanzaban. Enseguida llegaron al río. Siguieron caminando junto a la orilla hasta que encontraron una gran cascada.
-¿Y ahora qué? – preguntó el capitán.
- Según el mapa hay que encontrar una cueva – dijo Sammy –: “Oscura y fría, húmeda y escondida, al entrar, la lluvia dejarás”, ¿pero dónde?
- Podría estar detrás de la cascada – dijo el contramaestre.
- Eso es, detrás de la cascada – dijo Sammy muy contenta.
Se encaminaron hacia la cascada y ahí estaba la cueva, muy bien escondida.
-¡Cuidado, muchachos! – dijo el capitán – Caracortada era famoso por sus trampas. Seguro que encontramos alguna por el camino.
Y tenía razón; cuando no llevaban ni cinco minutos caminando, el contramaestre vio una cuerda muy fina, casi invisible, que cruzaba de lado a lado de la cueva. Al tocarla, se dispararon tres flechas. Por suerte, no hirieron a nadie. Siguieron andando y empezaron a oír un ruido, como una corriente de aire.
-¡Capitán, suena por ahí delante!- dijo el contramaestre, adelantándose al grupo.
De repente, el suelo se hundió bajo sus pies. Dos marineros corrieron a ayudarle, cogiéndole por los brazos antes de que cayera al abismo.
Siguieron andando hasta que llegaron a una bifurcación del camino. Había tres caminos y no sabían cuál seguir.
- Es imposible saber cuál es el correcto, no hay ninguna señal- dijo el capitán –. Tendremos que dividirnos.
Justo en ese momento, una corriente de aire apagó las antorchas.
 - Rápido, encended las antorchas – gritó el contramaestre.
- Un momento – dijo Sammy mirando hacia abajo –. Capitán, el suelo. Hay marcas fosforescentes indicando el camino a seguir.
Así era imposible que nadie viera las señales, pensó Sammy. El capitán Caracortada había escondido muy bien el tesoro. Pero a ellos les acompañaba la suerte.
Siguieron por el túnel hasta que llegaron a una enorme cueva, y en el fondo de ella, se encontraba el tesoro. Todos corrieron gritando de alegría. Era enorme, había monedas de oro, joyas, enormes cofres llenos de diamantes y rubíes…
Sammy estaba impresionada, cogió una de las monedas. Era un doblón de oro. Le resultaba familiar, ¿dónde había visto uno antes?
- Samantha, Samantha… – Sammy creyó oír su nombre como en un susurro, pero sólo su abuela la llamaba así.
- ¡Samantha, a comer! – esta vez lo oyó más fuerte.
De pronto, todo empezó a dar vueltas y vueltas, y lo siguiente que vio, fue el baúl. Había vuelto a casa. Salió del baúl y lo cerró, pero algo le llamó la atención, el nombre que había en el baúl ya no era el de su madre, ahora ponía SAMANTHA.
Bajó corriendo las escaleras, llamando a su abuela. Ésta la esperaba en la cocina, sentada junto a la mesa.
- Abuela – dijo casi sin aliento –, no puedes ni imaginar lo que me ha pasado.
- Tranquila, marinera – con la emoción, Sammy no se había quitado el disfraz -, ¿conseguiste encontrar el tesoro?
Sammy estaba perpleja. Miraba a su abuela sin saber qué decir. ¿Sabía lo que le había pasado?
-¿Cómo sabes lo del tesoro?
- El tesoro del capitán Caracortada, la Isla del Loro Rojo… Esa fue mi tercera aventura.
- Pero…¿cuándo?¿cómo?
- Siéntate, Samantha, tenemos que hablar. Desde hace más de cien años,  las mujeres de nuestra familia han sido las guardianas del Baúl Mágico. Generación tras generación, hemos guardado y disfrutado de la magia de este baúl.
-¿Y los disfraces? – preguntó Sammy, muy asombrada.
- Cada una de nosotras ha creado su propio disfraz, y ahora te toca a ti. Pero es muy importante que lo hagas lo antes posible, ya que en cuanto cumplas los dieciséis,  no podrás volver a utilizar el baúl, y este desaparecerá hasta que tu futura hija tenga doce años.
- Pero, ¿todo esto es cierto? – Sammy negaba con la cabeza, no podía ser real, tenía que estar soñando.
- Sammy, abre la mano – dijo la abuela.
Abrió la mano y ahí estaba, el doblón de oro. Todo era cierto. No lo había soñado, había ocurrido de verdad.
- A partir de ahora, cada vez que elijas un disfraz, podrás disfrutar de una aventura fantástica – dijo la abuela –, pero recuerda, tienes que crear tu propio disfraz. ¿Cuál será tu elección?

8 comentarios:

  1. Este es el que más me gusta. Disfrutadlo.

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  2. Me gusta mucho Susana,ya avisarás cuando pongas el 2º capítulo,que me acabo de enganchar.....

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    1. A ver si saco más tiempo y empiezo a escribir, todavía estoy dudando entre el antiguo egipto o un viaje espacial. ¿Qué te parece?

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  3. SIGUE ASÍ SUSANA, DEJA VOLAR TU IMAGINACIÓN Y LLEGARÁS HASTA DÓNDE QUIERAS.

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    1. Gracias Josal, espero que te hayan gustado los cuentos, aunque estos son un poco para chicas y tu tienes a tres chicarrones en tu casa. En cuanto termine los cuentos que estoy escribiendo a mi hijo, los colgaré, esos les gustarán más a tus peques.

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  4. Hola Susana, somo Iratze y Laura, nos ha gustado mucho el cuento, incluso voy a hacer una redacción para el cole sobre el cuento.
    besitos

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  5. Muchas gracias, chicas. Me alegro de que os gustara. Espero que lo hayáis pasado bien leyéndolo. Besicos a las dos.

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  6. Hola Susana. Soy de Argentina. Buscaba algo lindo para leer antes de arrancar el día,y di con tu cuento. Me gustó, es entretenido. Y el diseño del blog también muy bonito, aunque veo que no hay movimiento desde el 2013, ojalá lo reanudes. Saludos.

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