Mariquita y sus amigas Abeja y Hormiga iban de excursión con su clase a visitar una granja y, aunque todavía no lo sabían, éste iba a ser un día muy especial.
Cuando llegaron a la granja, su profesora, la Sra. Ciempiés, presentó al Señor Perro, que iba a ser el guía de la excursión. El Señor Perro les fue presentando a los distintos animales que vivían allí, los caballos, las gallinas, los cerdos, las ovejas... Toda la clase estaba muy atenta a las explicaciones de su guía, ya que lo que les contaba era muy interesante.
Pero Mariquita, que ya empezaba a aburrirse de tanta explicación, decidió separarse del grupo en un descuido de la Sra. Ciempiés. Cerca del granero vio una casa que el Sr. Perro no les había enseñado, así que se acercó a explorar. Entró por una ventana abierta y se encontró con una gran habitación, llena de muebles y sillones. Y allí, encima de una mesa, había una pecera con dos peces naranjas. Se acercó a ellos para presentarse.
- Hola, me llamo Mariquita - dijo.
- Hola - dijo uno de ellos -, yo me llamo Marco y mi compañera, Susi. ¿Qué haces aquí?
- Hemos venido con la escuela a visitar la granja - dijo Mariquita.
- ¡Qué bien! - exclamó Marco -, ¿y de dónde venís?
- Venimos de la pradera, pasado el bosque. Es un lugar muy bonito, lleno de flores y de hierba.
- ¡Tan bonito como nuestro hogar! - dijo Susi con un suspiro.
- Bueno, es diferente, aquí hay otras cosas, muchos animales… - dijo Mariquita.
- No, éste no es nuestro hogar - le interrumpió Susi-, nosotros vivíamos en el mar, en el Arrecife de Coral, un bosque marino con corales de todos los colores, lleno de peces, caballitos de mar, cangrejos y muchos otros animales. Pero un día los humanos nos trajeron aquí.
Los peces le contaron cómo los humanos los habían cogido del mar y los habían llevado hasta esa pequeña pecera. Estaban muy tristes.
- Pero ¿por qué no intentáis volver a vuestro hogar? - preguntó Mariquita.
- Nosotros solos no podemos - respondió Marco -, necesitamos a alguien que nos ayude.
- No os preocupéis, volveré con mis amigos y os ayudaremos a regresar - dijo Mariquita con gran satisfacción.
Ya de vuelta, Mariquita le contó a sus amigas su aventura y la promesa que había hecho a los peces. Entre todas debían ayudar a sus nuevos amigos a regresar al Arrecife de Coral.
Al día siguiente, Mariquita, Hormiga y Abeja fueron a hablar con el Señor Saltamontes, muy conocido en la pradera por sus innumerables viajes por el mundo.
- Buenos días, Señor Saltamontes - dijo Mariquita.
- Buenos días, niñas. ¿Qué os trae por aquí?
- Veníamos a pedirle un favor - dijo Hormiga.
-Si, queremos ayudar a unos nuevos amigos que hemos conocido. Viven en la granja que fuimos a visitar. Queremos ayudarles a regresar a su verdadera casa - le explicó Mariquita.
- ¡Muy interesante! - dijo pensativo el Señor Saltamontes - ¿y dónde viven?
- En el Arrecife de Coral, son dos peces. Los pobres están muy tristes, añoran su hogar -dijo Abeja.
- El Arrecife de Coral está muy lejos de aquí, yo estuve allí hace algunos años, un lugar muy bonito, y sus habitantes - dijo el Señor Saltamontes, mirando al cielo pensativo - eran encantadores. Sí, os ayudaré.
El Señor Saltamontes fue a su casa a buscar el mapa que les conduciría hasta el Arrecife de Coral y les indicó todo el camino hasta el mar.
- Será un viaje duro - les advirtió el Sr. Saltamontes -, debéis prepararos bien.
- Muchas gracias - dijeron las tres a la vez.
A la mañana siguiente, ya estaban las tres preparadas para el viaje cuando llegó el Señor Saltamontes.
Empezaron a caminar hasta que llegaron a la granja. Allí estaba el Señor Perro, que, en cuanto le contaron su plan, decidió ayudarles.
El Señor Perro entró en la casa y se acercó a la pecera, les explicó a los peces lo que sucedía y estos se alegraron muchísimo. De un salto, agarró la pecera con la boca y la llevó hasta el garaje, donde le esperaban los demás.
Ya en el garaje, metió la pecera en la parte trasera de la furgoneta del granjero.
- Chicas, ayudadme a atar la pecera a la furgoneta para que no se caiga – dijo el Señor Saltamontes mientras sacaba una cuerda muy extraña de su mochila.
- ¡Qué cuerda más rara! – dijo Abeja.
- Es una cuerda tejida con tela de araña. Me la regaló la Señora Araña para mi viaje al Himalaya. Es la cuerda más resistente del mundo – dijo Saltamontes muy orgulloso.
De repente se abrió la puerta del garaje. Era el granjero, con el Señor Perro. Se subieron a la furgoneta y el granjero la puso en marcha.
- ¡Agarraos bien, el camino tiene muchos baches! - gritó el Señor Saltamontes a sus compañeras - ¡comienza la aventura!
Pasado un buen rato, llegaron al pueblo y la furgoneta se paró. Cuando el granjero entró en una tienda cercana, el Señor Perro fue a la parte trasera de la furgoneta.
- ¡Daos prisa, saldrá enseguida! Yo cogeré la pecera y vosotros subid encima de mí.
Los tres saltaron al lomo del Señor Perro y se agarraron muy bien.
-¿Adónde vamos ahora? - preguntó el Señor Perro.
- Hay que salir del pueblo - gritó el Señor Saltamontes -, ya estamos cerca, todo recto por esa calle.
El Señor Perro se echó a correr, con la pecera en la boca.
- ¡Socorro, socorro! -gritaron Marco y Susi.
- ¿Qué pasa? ¿Quién grita? - preguntó Mariquita, mientras el Señor Perro paraba en seco.
- Somos nosotros, con tanto movimiento se está saliendo el agua de la pecera y Susi casi se cae al suelo - dijo Marco con la voz entrecortada -, tienes que ir más despacio.
El Señor Perro se puso a caminar con más cuidado, hasta que salieron del pueblo. Llegaron a un camino, que según el mapa les llevaba directos a la playa. Empezó a anochecer y decidieron acampar.
- Es la primera vez que estamos fuera de casa tanto tiempo - dijo Mariquita, un poco asustada por la oscuridad.
- No os preocupéis - dijo el Señor Perro -, yo vigilaré toda la noche mientras vosotros dormís. Debéis descansar, todavía queda un largo camino.
A la mañana siguiente, se pusieron de nuevo en camino. Estuvieron caminando toda la mañana a través de varias praderas y de un bosque, y a media tarde:
-¡Ya veo el mar!- gritó el Señor Saltamontes.
Todos empezaron a saltar de alegría. Marco y Susi, a su manera, también daban saltos. No lo podían creer, habían vuelto a casa.
Por fin llegaron a la playa y acercaron la pecera al mar. Entre todos ayudaron a Marco y a Susi a llegar hasta el agua.
Ya dentro del agua, Marco y Susi se despidieron de sus amigos.
- Muchísimas gracias por traernos hasta aquí - dijo Susi entre sollozos -, nunca pensé que volvería, pero vosotros me habéis devuelto la alegría. No os olvidaré jamás.
- Espero que un día podáis venir a visitarnos, estáis todos invitados - dijo Marco muy feliz.
Mariquita y todos sus compañeros se despidieron de ellos y les prometieron que para el verano vendrían de visita. No querían perderse ese maravilloso lugar llamado Arrecife de Coral.
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