Este cuento está dedicado a mi sobrina Claudia, que tiene cuatro añitos. Siento mucho no haber podido publicarlo antes, pero bueno, lo importante es que ya está aquí. Espero que todos lo disfrutéis, aunque ya no sea Navidad.
CORREO URGENTE A PAPA
NOEL
Había
llegado el invierno y hacía mucho frío
en la calle. Esa tarde, Claudia había decidido jugar con Guille, su hermano
pequeño. Como estaba algo resfriado, decidió que era el momento de que viniera
la “ Doctora Claudia”.
Cogió todo
su instrumental y fue a la habitación de su hermano.
—Guille,
túmbate en la cama que estás muy enfermo y tengo que cuidarte—ordenó Claudia a
su paciente.
Guille,
al que le encantaba jugar con su hermana mayor, se tumbó en la cama y dejó que
Claudia le midiera la temperatura.
—¡U y!
Estás muy caliente—comprobó Claudia mientras le tocaba la frente—te voy a poner
el termómetro mientras te preparo una sopa.
Guille
no paraba de reírse, su hermana le hacía cosquillas con el termómetro.
—Estate
quieto, así no puedo curarte.
De
repente llamaron al timbre.
—¡Tata,
tata!—gritó Guille mientras salía corriendo de la habitación. Claudia siguió a
su hermano hasta la puerta. Acababa de
llegar Laura, la mayor de los tres hermanos.
—Corre,
Laura. Ven a jugar con nosotros. Estoy curando a Guille y hay que ponerle una
inyección.
Enseguida
Laura se unió a sus hermanos.
—¡Chicos!—gritó
su madre desde el salón—¡Venid a ayudarme!
Los tres
hermanos fueron corriendo al salón.
—¿Qué
quieres, mamá?—preguntó Claudia.
—Papá ha
ido a buscar un árbol de navidad y mientras regresa, nosotros cuatro vamos a decorar la casa.
—¡BIEN!—gritaron
todos dando saltos de alegría.
Comenzaron
a sacar adornos de unas grandes cajas que había en el salón. Lo primero que
pusieron fue el belén. Había un montón de figuritas: pastores, ovejas, una
vaca, un buey, una mula... Guille estaba muy ilusionado, corría de un lado a
otro con las figuras de los reyes magos.
—¡Guille,
para!—le decía Laura—. Vas a romperlos.
Mientras,
Claudia y su mamá colgaban espumillón de las ventanas.
Cuando
su padre llegó a casa con el árbol, todos se quedaron boquiabiertos. ¡Era
enorme! Los tres hermanos se pusieron como locos a colgar los adornos.
Había bolas de muchos colores, muñecos de nieve, campanas, estrellas y mucho,
mucho espumillón. Cuando terminaron, ya se había hecho de noche.
El papá
de Claudia encendió las luces del árbol y el pequeño salón se iluminó por
completo.
—¡Felicidades,
niños! Habéis hecho un gran trabajo.
Bueno,
Guille no pudo verlo, ya que se había quedado dormido en el sofá. Estaba agotado.
Ya faltaban
pocos días para Navidad y Claudia y sus hermanos contaban los días para que
llegara Papá Noel. Pero de repente,
Claudia comenzó a ponerse nerviosa.
—Mama,
¿cuánto tarda una carta en llegarle al Papá Noel?
—No se.
Una semana, supongo.
—¿Y
cuántos días faltan para que venga Papá Noel?
—Tres
días—respondió su mamá muy intrigada—. ¿Qué te pasa Claudia?
—He
olvidado pedirle a Papá Noel el gatito Kukicat, y me hacía mucha ilusión
tenerlo—respondió Claudia con cierta tristeza en la voz.
—No te
preocupes, seguro que encontramos una solución—le dijo su madre intentando
animarla.
Esa
misma tarde, Claudia y su mamá fueron a la oficina de correos que había cerca
de su casa y le contaron lo que había ocurrido al señor cartero.
—No te
preocupes, pequeña—le contestó el cartero mientras le entregaba una carta en la
que ponía “Correo Urgente para Papá Noel”—. Esta noche, antes de irte a dormir,
debes encender una vela roja y ponerla en la ventana. Y junto a la vela debes
colocar esta carta con la petición para papá Noel.
Claudia
se quedó mirando el papel en blanco y comenzó a sonreír.
—De esta
forma, los duendes que trabajan para Papá Noel irán a recogerla y llegará a
tiempo al polo norte, que es donde vive Papá Noel.
Así es
como esa misma noche, Claudia, ayudada por su hermana, escribió la carta y la
dejó en la ventana, junto con la vela encendida.
Ya era
muy tarde y Claudia estaba dormida en su cama, cuando de repente, Guille la
despertó.
—¡Claudia,
despierta! Los duendes están aquí.
Corre, ven a verlos.
Claudia
y su hermano se acercaron a la ventana, sin hacer ningún ruido, ya que no
querían asustar a los pequeños duendes.
—Míralos,
están ahí. ¡Qué bonitos! —dijo Claudia muy emocionada.
En ese
mismo momento, uno de los pequeños duendecillos se giró y saludó a los hermanos
que, con cara de sorpresa, le devolvieron el saludo. El pequeño duende y sus dos compañeros cogieron la carta,
subieron a un pequeño trineo y se fueron
volando.
A la
mañana siguiente, Claudia se levantó muy pronto y fue corriendo a la ventana.
La carta no estaba. No había sido un sueño, había ocurrido de verdad. Enseguida
llego Guillermo que no paraba de reír.
—¡Hemos
visto a los duendes de Papá Noel!—gritaba dando saltos por toda la habitación—¡Hemos
visto a los duendes de Papá Noel!
Y llegó
el día de Navidad, y los tres hermanos
se despertaron muy temprano. Fueron corriendo al salón y encontraron el gran árbol de navidad rodeado
de un montón de juguetes. Y en el centro, una bonita caja con un cartel que decía:
ENVIO
ESPECIAL DE
PAPA NOEL
FELIZ
NAVIDAD