Este es un blog que quiere hacer llegar cuentos diferentes a todos aquellos que los quieran leer.

jueves, 29 de marzo de 2012

ESTO NO ES UN CUENTO, ES UNA AYUDA A PERSONAS QUE COMO YO, ESTAN EMPRENDIENDO NUEVOS NEGOCIOS

Conocía a Marta en unas charlas de emprendedores. Me encantó lo que hacía, su marca es TRINIBAMBAM y se dedica a hacer ropa para bebés muy divertida. Os recomiendo su página web. Estas navidades, decidió que era el momento de poder ayudar a otros emprendedores, TAN ESPECIAL COMO QUIERAS. Ellos tienen una página web que vende ropa, juguetes y productos de uso diario para niños con necesidades especiales. Como no, os recomiendo que entréis en su pagina web. Todas estas personas han decidido dejar todo y dedicarse a un proyecto que les ilusiona y que les hace felices. Son pequeñas empresas que comienzan ahora y que más adelante pueden crear nuevos empleos de trabajo, tanto directos como indirectos. Creo que todos nosotros debemos apoyarlos y ayudarlos. Entre todos podemos salir adelante y poder dejar a nuestros hijos un país lleno de oportunidades. Voy a incluir en este mini artículo varias páginas web de emprendedores, para que podáis ver de lo que somos capaces los españoles cuando nos lo proponemos. Y os invito a que me enviéis páginas de emprendedores de toda España que conozcáis.

http://www.trinibambam.com
http://www.tanespecialcomoquieras.com
http://www.teoyleo.com/
http://alfilerdegancho.com

Gracias a todos por escucharme y por colaborar

lunes, 19 de marzo de 2012

EL BAÚL MÁGICO

Este cuento es toda una aventura. Está escrito para niñas de ocho a doce años. Y espero que si alguna lo lee, lo disfrute de verdad.


EL BAÚL MÁGICO


Ya solo quedaba una hora para acabar las clases y comenzar el verano, pero a Sammy se le estaba haciendo eterna. Parecía que las agujas del reloj se habían parado. De repente sonó el timbre. Por fin, tres meses de vacaciones.
Ese verano lo iba a pasar en casa de su abuela María. Tenía muchas ganas de ir, era su abuela preferida y además hacía las mejores tartas del mundo. Iban a ser unas buenas vacaciones, aunque en esos momentos no podía ni imaginar que iba a ser un verano muy, muy especial.
A la mañana siguiente, su madre la llevó hasta el pueblo donde vivía la abuela. Siempre le había gustado la casa de la abuela. Era enorme, llena de habitaciones y armarios gigantes en los que esconderse, y además, arriba del todo, había un gran desván.
Al llegar, vio a su abuela sentada en el porche. Sammy salió corriendo del coche y la abrazó.
-¡Abuela, abuela, qué ganas tenía de verte! – dijo Sammy muy feliz.
- Cómo has crecido, Samantha, eres toda una mujercita – dijo la abuela mientras la miraba de arriba abajo –, ¡dame otro abrazo, que me ha sabido a poco!
Sammy volvió a abrazarla, pero enseguida se separó de ella.
 -¿Y ese olor tan rico? – preguntó.
- Es tarta de chocolate - le susurró la abuela en el oído –, la acabo de terminar. Ve a por un trozo.
Sammy fue corriendo a la cocina. Allí estaba la tarta, toda de chocolate, su preferida. Se puso un trozo enorme y no paró de comer hasta que el plato quedó completamente limpio.
Como su abuela seguía fuera hablando con su madre, decidió explorar toda la casa. Recorrió la planta de abajo y luego subió arriba, a las habitaciones. Todo estaba como lo recordaba. Sólo quedaba el desván. Nunca se había atrevido a subir sola, pero esta vez, no tenía miedo ya tenía doce años.
Estaba lleno de trastos viejos y había polvo por todas partes, salvo en un baúl que había al fondo. Era un baúl precioso, de color blanco y adornado con mariposas de muchos colores que parecía que iban a volar. En la parte superior había una inscripción.
- LAURA- leyó Sammy –, es el nombre de mamá.
Le pareció bastante extraño, ya que no recordaba haber visto nunca ese baúl. Intentó abrirlo, pero tenía un candado, y la llave no estaba por ningún lado.
-¡Samantha, a cenar, ya es muy tarde! – gritó la abuela desde la cocina.
- Ya voy, abuela – le respondió.
Ya en la cena, Sammy le contó a su abuela el descubrimiento que había hecho.
- Abuela, me he encontrado en el desván un baúl con el nombre de mi madre, pero estaba cerrado.
- Es el baúl de los disfraces. A ella le encantaba disfrazarse cuando tenía tu edad. Pasaba horas y horas jugando con ellos.
-¿Y sabes dónde está la llave?
La abuela se levantó para recoger los platos. – Supongo que estará en la habitación de tu madre, pero no sé dónde – contestó-. Mañana puedes buscarla, ahora es muy tarde y hay que irse a la cama.
A la mañana siguiente, Sammy decidió buscar la llave. Fue a la habitación de su madre y buscó por todas partes, sin encontrarla. Cuando ya estaba a punto de rendirse, oyó crujir un tablón debajo de sus pies. El tablón estaba suelto, lo levantó y encontró una pequeña caja. Allí estaba la llave, junto a varias fotos. Eran fotos de su madre cuando era pequeña. En una de ellas estaba disfrazada de astronauta y parecía que estaba en la luna,  en otra estaba montando un caballo, vestida de amazona. Qué extraño, nunca había visto esas fotos antes. Dejó las fotos en la cajita y se guardó la llave.
Subió corriendo al desván e introdujo la llave en el candado. Con un leve chasquido, el candado se abrió y Sammy levantó la tapa.
El baúl estaba lleno de disfraces. Había de princesa, de pirata, de bruja, y también de astronauta, como el de la foto. Todos eran preciosos, parecían de verdad, no como esos que le compraba su madre para el carnaval.
No sabía cuál ponerse primero, así  que cerró los ojos y cogió uno al azar. El de pirata. Se lo puso y fue a mirarse a un espejo que había junto al baúl. Le quedaba perfecto, parecía un pirata de verdad, y tenía hasta una espada.
- Samantha ¿dónde estás? – su abuela le llamaba desde abajo.
- ¡Ya voy, abuela! – gritó.
Sammy, que no podía dejar de mirarse en el espejo,  se echó para atrás y sin darse cuenta, tropezó con el baúl, cayendo dentro de él. Mientras caía y caía, todo se volvió negro. De repente, todo paró y empezó a oír como unos silbidos a su alrededor. Abrió los ojos y vio un proyectil que iba directo hacia ella. Se tiró al suelo instintivamente. Estaba en un barco con bandera pirata y otro barco les estaba atacando.
Estaba confusa, no sabía qué pasaba, ni sabía qué hacer, y sobre todo, no sabía cómo había llegado hasta allí. Corrió a refugiarse, pero el capitán se cruzó en su camino.
-¡Marinero! Ve a por más pólvora, ya casi no nos queda.
Sammy fue a buscar la pólvora, pero no sabía dónde estaba. Preguntó a otro marinero que, con cara de pocos amigos, le dijo que estaba en la bodega.
Sammy bajó corriendo, cogió uno de los barriles de pólvora y con mucho esfuerzo consiguió subirlo por la escalera.
Ya en cubierta, la tripulación estaba saltando y gritando de alegría. Habían ganado, el otro barco se estaba hundiendo.
Todos callaron de golpe, el capitán iba a hablar. – Nuestro mayor enemigo ha sido derrotado, el Capitán Corso y sus piratas ya no se interpondrán en nuestro camino. Pronto encontraremos la Isla del Loro Rojo y el tesoro escondido.
 -¡Viva el capitán! – gritaron. Estaban tan felices que contagiaron la alegría a Sammy, que también se puso a gritar.
- Mi capitán, tenemos un problema – le dijo el contramaestre.
-¿Qué pasa?- preguntó.
- El traductor ha desaparecido, ha debido caer por la borda.
-¿Y cómo desciframos el mapa?- el capitán se quedó mirando a la tripulación y preguntó, con cara de no esperar respuesta -: ¿alguno sabe hablar francés?
Sammy, tímidamente,  levantó la mano. Su madre se había empeñado en que tomara clases de francés. Ahora le iban a ser útiles.
-¿Cómo te llamas?- le preguntó el capitán.
- Me llamo Sammy – respondió casi sin voz.
- Acompáñame a mi camarote, tenemos que hablar.
Siguió al capitán hasta su camarote, una habitación bastante grande y lujosa para ser un barco. Éste abrió un pequeño cofre que había en la mesa en el centro de la habitación y sacó un pergamino. Lo desenrolló y se lo enseñó.
- Este es el mapa del tesoro del Capitán Caracortada. Como podrás ver, todo está escrito en francés. Necesito que lo traduzcas.
Sammy empezó a mirar el mapa. En él aparecía un grupo de islas y una de ellas estaba marcada con una calavera, era la isla del Loro Rojo. Justo al lado, había varias frases en francés. Sammy habría deseado tener en sus manos el odiado diccionario de francés, porque no estaba segura del significado de algunas palabras.
- El tesoro hallaréis, si en la isla no perecéis – leyó –, escondido está y encontrarlo, fácil no será.
- ¿Qué más pone? – preguntó el capitán.
- La clave del lugar en el mapa la hallarás – respondió Sammy, sin entender bien el significado de esta última frase.
El Capitán le pidió que siguiera traduciendo. Echó otro vistazo al mapa y vio que había un montón de frases escritas por todo el pergamino, sin ningún orden.
Los dos siguientes días los dedicó a traducir las frases. Había muchas, y todas sin sentido. La noche del segundo día, Sammy estaba agotada, llevaba horas sin comer ni dormir, obsesionada con lo que ya había traducido. No encontraba sentido a ninguna. De pronto, entró el capitán en el camarote.
- Mañana por la mañana llegaremos a la isla – le dijo.
- ¡Tan pronto! – respondió Sammy muy sorprendida. Se le había pasado el tiempo volando.
- Llevas todo el día aquí encerrada. Sal a cubierta, come algo y descansa – le dijo el capitán. Sammy le hizo caso, necesitaba respirar aire fresco.
Ya había oscurecido, el mar estaba en calma y el cielo estaba despejado. Se sentó en la cubierta a contemplar las estrellas, la vista era espectacular. En seguida se  quedó dormida y empezó a soñar con su casa. Estaba con su madre y jugaban a las adivinanzas. Su madre era la mejor, siempre ganaba.
Se despertó sobresaltada.
 - ¡Esos es, adivinanzas!- gritó Sammy.
Bajó corriendo al camarote a revisar de nuevo el mapa. Allí estaban, ¿cómo no las había visto antes?. Fue a decírselo al capitán y entre los dos intentaron descifrar las frases.
“Nace en lo alto de la montaña, muere en el mar, y a lo largo de su vida, grandes saltos  debe dar”.
“En sus ramas nacen y allí vivirán, si te divisan ellos antes, un coco te tirarán”.
-¡Tierra a la vista!- se oyó a lo lejos.
Ya había amanecido y estaban llegando. Era una isla preciosa, se veía mucha vegetación y grandes acantilados. Se acercaron a una zona en la que se podía divisar una playa. En varios botes llegaron hasta ella.
- “Cocos verás cuando arena tus pies pisarán”- leyó Sammy mientras miraba, buscando  los cocos –. Capitán, en esta playa no hay cocos – dijo.
- Y eso qué importa – le respondió.
- Esta no es la playa, en la adivinanza habla de una playa con cocos, y aquí no hay.
- ¡Contramaestre! – gritó el capitán –, vaya con varios hombres e inspeccione la isla, buscamos un río. Nosotros volveremos al barco y daremos la vuelta a la isla.
Sammy y el capitán volvieron al barco y comenzaron la inspección. Todo eran acantilados, ni una playa. Regresaron de nuevo. Sammy estaba desconcertada, no había más playas y esta no tenía cocoteros. Decidió sentarse y echar otro vistazo al mapa. Hundió los pies en la arena y buscó alguna señal que no hubiera visto antes, pero nada. No podía ser, algo se le escapaba. Fue entonces cuando, a punto de rendirse, levantó la vista hacia el mar y los vio. Allí estaban los cocos. ¡Qué listo era el capitán Caracortada! No era esa isla, era la de enfrente.
Corrió a decírselo al capitán, que inmediatamente dio la orden de ir a la otra isla.
Se adentraron en la jungla, siguiendo las indicaciones del mapa. Tenían que buscar un río y un palmeral. Estuvieron caminando durante varias horas hasta que empezaron a oír muchos gritos.
-¿Qué son esos gritos? – preguntó uno de los marineros.
- Creo que son monos – dijo Sammy -. Debe de ser el palmeral. Tened mucho cuidado, según dice el mapa, estos monos disfrutan tirando cocos a los que pasan por aquí.
Cruzaron el palmeral lo más rápido que pudieron, esquivando los cocos que les lanzaban. Enseguida llegaron al río. Siguieron caminando junto a la orilla hasta que encontraron una gran cascada.
-¿Y ahora qué? – preguntó el capitán.
- Según el mapa hay que encontrar una cueva – dijo Sammy –: “Oscura y fría, húmeda y escondida, al entrar, la lluvia dejarás”, ¿pero dónde?
- Podría estar detrás de la cascada – dijo el contramaestre.
- Eso es, detrás de la cascada – dijo Sammy muy contenta.
Se encaminaron hacia la cascada y ahí estaba la cueva, muy bien escondida.
-¡Cuidado, muchachos! – dijo el capitán – Caracortada era famoso por sus trampas. Seguro que encontramos alguna por el camino.
Y tenía razón; cuando no llevaban ni cinco minutos caminando, el contramaestre vio una cuerda muy fina, casi invisible, que cruzaba de lado a lado de la cueva. Al tocarla, se dispararon tres flechas. Por suerte, no hirieron a nadie. Siguieron andando y empezaron a oír un ruido, como una corriente de aire.
-¡Capitán, suena por ahí delante!- dijo el contramaestre, adelantándose al grupo.
De repente, el suelo se hundió bajo sus pies. Dos marineros corrieron a ayudarle, cogiéndole por los brazos antes de que cayera al abismo.
Siguieron andando hasta que llegaron a una bifurcación del camino. Había tres caminos y no sabían cuál seguir.
- Es imposible saber cuál es el correcto, no hay ninguna señal- dijo el capitán –. Tendremos que dividirnos.
Justo en ese momento, una corriente de aire apagó las antorchas.
 - Rápido, encended las antorchas – gritó el contramaestre.
- Un momento – dijo Sammy mirando hacia abajo –. Capitán, el suelo. Hay marcas fosforescentes indicando el camino a seguir.
Así era imposible que nadie viera las señales, pensó Sammy. El capitán Caracortada había escondido muy bien el tesoro. Pero a ellos les acompañaba la suerte.
Siguieron por el túnel hasta que llegaron a una enorme cueva, y en el fondo de ella, se encontraba el tesoro. Todos corrieron gritando de alegría. Era enorme, había monedas de oro, joyas, enormes cofres llenos de diamantes y rubíes…
Sammy estaba impresionada, cogió una de las monedas. Era un doblón de oro. Le resultaba familiar, ¿dónde había visto uno antes?
- Samantha, Samantha… – Sammy creyó oír su nombre como en un susurro, pero sólo su abuela la llamaba así.
- ¡Samantha, a comer! – esta vez lo oyó más fuerte.
De pronto, todo empezó a dar vueltas y vueltas, y lo siguiente que vio, fue el baúl. Había vuelto a casa. Salió del baúl y lo cerró, pero algo le llamó la atención, el nombre que había en el baúl ya no era el de su madre, ahora ponía SAMANTHA.
Bajó corriendo las escaleras, llamando a su abuela. Ésta la esperaba en la cocina, sentada junto a la mesa.
- Abuela – dijo casi sin aliento –, no puedes ni imaginar lo que me ha pasado.
- Tranquila, marinera – con la emoción, Sammy no se había quitado el disfraz -, ¿conseguiste encontrar el tesoro?
Sammy estaba perpleja. Miraba a su abuela sin saber qué decir. ¿Sabía lo que le había pasado?
-¿Cómo sabes lo del tesoro?
- El tesoro del capitán Caracortada, la Isla del Loro Rojo… Esa fue mi tercera aventura.
- Pero…¿cuándo?¿cómo?
- Siéntate, Samantha, tenemos que hablar. Desde hace más de cien años,  las mujeres de nuestra familia han sido las guardianas del Baúl Mágico. Generación tras generación, hemos guardado y disfrutado de la magia de este baúl.
-¿Y los disfraces? – preguntó Sammy, muy asombrada.
- Cada una de nosotras ha creado su propio disfraz, y ahora te toca a ti. Pero es muy importante que lo hagas lo antes posible, ya que en cuanto cumplas los dieciséis,  no podrás volver a utilizar el baúl, y este desaparecerá hasta que tu futura hija tenga doce años.
- Pero, ¿todo esto es cierto? – Sammy negaba con la cabeza, no podía ser real, tenía que estar soñando.
- Sammy, abre la mano – dijo la abuela.
Abrió la mano y ahí estaba, el doblón de oro. Todo era cierto. No lo había soñado, había ocurrido de verdad.
- A partir de ahora, cada vez que elijas un disfraz, podrás disfrutar de una aventura fantástica – dijo la abuela –, pero recuerda, tienes que crear tu propio disfraz. ¿Cuál será tu elección?

PRÓXIMA ENTRADA.....EL BAÚL MÁGICO

Voy a estrenar una de mis historias preferidas. La verdad es que es una de las que a mi más me gustan y la verdad es que espero que sea el primer capítulo de una gran historia. Por lo menos eso voy a intentar. A lo largo del día de mañana lo colgaré, ahora debo irme a dormir, es muy tarde.

Hasta mañana,
Susana

jueves, 15 de marzo de 2012

EL CUMPLEAÑOS DE OLGA

Este cuento se lo escribí a mi sobrina Olga. Fue un pequeño regalo para su cumpleaños. La idea era que tuviera un recuerdo de ese día tan especial. Creo que le gustó mucho y a mi hermana, su madre, también.  Es un cuento creado para una niña de 3 años, es muy sencillo, pero cambiando los nombres, se lo podéis leer a vuestros hijos pequeños.



Olga abrió los ojos y miró por la ventana. Ya había salido el sol. Se levantó rápidamente de la cama y fue a buscar a su hermana.
- ¡Despierta Carla, es de día!
-  Quiero dormir un poco más - dijo Carla dándose la vuelta en la cama.
- ¡Pero hoy es mi cumpleaños! - gritó Olga.
Carla se incorporó sorprendida.
- Es verdad, ¡felicidades Olga! Vamos a despertar a los papás - dijo mientras abrazaba a su hermana.
Fueron corriendo hasta la habitación de sus padres y se subieron a la cama de un salto.
- ¡Arriba, arriba! Hoy es el cumpleaños de Olga, cumple tres añitos.
- Felicidades Olga - dijo su mamá dándole un beso y un fuerte abrazo.
Su padre se levantó y sacó del armario una caja enorme envuelta en un papel de muchos colores.
- Esperamos que te guste – le dijo.
Olga estaba emocionada, cogió el regalo y comenzó a quitar el papel. ¡Era la muñeca que quería!

Pasó toda la mañana jugando con la muñeca. La peinó, le cambió varias veces de ropa. No se separó ni un momento de ella.
- Vamos Olga, es la hora de comer. Te he preparado tu comida favorita – le dijo su mamá.
Olga se sentó a la mesa junto a Carla y sus padres. 
- ¡Muy bien Olga, te lo has comido todo! - dijo su papá muy contento -. Ahora debes echarte una siesta, te espera una tarde muy animada.
Olga se fue a la cama con su nueva muñeca y enseguida se durmió.

Pasadas unas horas, la madre de Olga entró en la habitación.
- Olga, despierta - le dijo susurrando - te están esperando en el salón.
Olga, todavía un poco dormida, fue hasta el salón. De pronto, vio un montón de globos de colores y muchas guirnaldas colgadas del techo. Y allí estaban todos, papá y mamá, Carla, sus abuelos,  sus tíos y todos sus primos.

- ¡FELICIDADES! - gritaron todos a la vez.

Olga se acercó a la mesa, que estaba llena de patatas, ganchitos, sándwiches y una enorme tarta de chocolate con tres velitas.
- Venga Olga, piensa un deseo y sopla las velas - le dijo mamá.
Olga sopló con todas sus fuerzas y las velas se apagaron. Todos empezaron a cantar:
¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz
Te deseamos todos…
Cumpleaños feliz!
 Aplaudieron y rieron sin parar.

Fue una tarde genial. Olga recibió un montón de regalos: un cuento, una mochila, varios cuadernos de pintar y muchas más cosas. Pasó la tarde jugando con sus primos, su hermana y sus nuevos juguetes.
Cuando ya todos se marcharon, llegó la hora de irse a dormir.
Carla se fue a su cama y Olga, que no paraba de sonreír, se tumbó en la suya.
- ¿Te lo has pasado bien, Olga? - le preguntó mamá.
- Ha sido genial - dijo a la vez que bostezaba.
- Desde hoy ya tienes tres añitos, oficialmente eres una niña mayor. Dulces sueños, Olga. Que seas siempre tan feliz como hoy.

FIN

miércoles, 14 de marzo de 2012

MARIQUITA Y EL ARRECIFE DE CORAL

Este fue el primer cuento que escribí. En realidad fue un ejercicio del curso de escritura. Tenia que elegir dos palabras al azar y crear una historia que las relacionara. Mi idea fue preguntar a mi hijo de tres años y se le ocurrió la palabra MARIQUITA. La siguiente palabra la busqué en el libro que me estaba leyendo en ese momento. Abrí por una página y elegí una palabra con el dedo. El resultado fue: ARRECIFE. Este fue el cuento que resultó de la unión de estas dos palabras. Es un cuento infantil para niños menores de 5 AÑOS.

MARIQUITA Y EL ARRECIFE DE CORAL



Mariquita y sus amigas Abeja y Hormiga iban de excursión con su clase a visitar una granja y, aunque todavía no lo sabían, éste iba a ser un día muy especial.
Cuando llegaron a la granja, su profesora, la Sra. Ciempiés,  presentó al Señor Perro, que iba a ser el guía de la excursión. El Señor Perro les fue presentando a los distintos animales que vivían allí, los caballos, las gallinas, los cerdos, las ovejas... Toda la clase estaba muy atenta a las explicaciones de su guía, ya que lo que les contaba era muy interesante.
Pero Mariquita, que ya empezaba a aburrirse de tanta explicación, decidió separarse del grupo en un descuido de la Sra. Ciempiés. Cerca del granero vio una casa que el Sr. Perro no les había enseñado, así que se acercó a explorar. Entró por una ventana abierta y se encontró con una  gran habitación, llena de muebles y sillones. Y allí, encima de una mesa, había una pecera con dos peces naranjas. Se acercó a ellos para presentarse.

- Hola, me llamo Mariquita - dijo.
- Hola - dijo uno de ellos -, yo me llamo Marco y mi compañera, Susi. ¿Qué haces aquí?
- Hemos venido con la escuela a visitar la granja - dijo Mariquita.
- ¡Qué bien! - exclamó Marco -, ¿y de dónde venís?
- Venimos de la pradera, pasado el bosque. Es un lugar muy bonito, lleno de flores y de hierba.
- ¡Tan bonito como nuestro hogar! - dijo Susi con un suspiro.
- Bueno, es diferente, aquí  hay otras cosas, muchos animales… - dijo Mariquita.
- No, éste no es nuestro hogar - le interrumpió Susi-,  nosotros vivíamos en el mar, en el Arrecife de Coral, un bosque marino con corales de todos los colores, lleno de peces, caballitos de mar, cangrejos y muchos otros animales. Pero un día los humanos nos trajeron aquí.
Los peces le contaron cómo los humanos los habían cogido del mar y los habían llevado hasta esa pequeña pecera. Estaban muy tristes.
- Pero ¿por qué no intentáis volver a vuestro hogar? - preguntó Mariquita.
- Nosotros solos no podemos - respondió Marco -,  necesitamos a alguien que nos ayude.
- No os preocupéis, volveré con mis amigos y os ayudaremos a regresar - dijo Mariquita con gran satisfacción.
Ya de vuelta, Mariquita le contó a sus amigas su aventura y  la promesa que había hecho a los peces. Entre todas debían ayudar a sus nuevos amigos a regresar al Arrecife de Coral.

Al día siguiente, Mariquita, Hormiga y Abeja fueron a hablar con el Señor Saltamontes, muy conocido en la pradera por sus innumerables viajes por el mundo.
- Buenos días, Señor Saltamontes - dijo Mariquita.
- Buenos días, niñas. ¿Qué os trae por aquí?
- Veníamos a pedirle un favor - dijo Hormiga.
-Si, queremos ayudar a unos nuevos amigos que hemos conocido. Viven en la granja que fuimos a visitar. Queremos ayudarles a regresar a su verdadera casa - le explicó Mariquita.
- ¡Muy interesante! - dijo pensativo el Señor Saltamontes - ¿y dónde viven?
- En el Arrecife de Coral, son dos peces. Los pobres están muy tristes, añoran su hogar -dijo Abeja.
- El Arrecife de Coral está muy lejos de aquí, yo estuve allí hace algunos años, un lugar muy bonito, y sus habitantes - dijo el Señor Saltamontes, mirando al cielo pensativo - eran encantadores. Sí, os ayudaré.

El Señor Saltamontes fue a su casa a buscar el mapa que les conduciría hasta el Arrecife de Coral y les indicó todo el camino hasta el mar.
- Será un viaje duro - les advirtió el Sr. Saltamontes -, debéis prepararos bien.
- Muchas gracias - dijeron las tres a la vez.
A la mañana siguiente, ya estaban las tres preparadas para el viaje cuando llegó el Señor Saltamontes.
Empezaron a caminar hasta que llegaron a la granja. Allí estaba el Señor Perro, que, en cuanto le contaron su plan, decidió ayudarles.
El Señor Perro entró en la casa y se acercó a la pecera, les explicó a los peces lo que sucedía y estos se alegraron muchísimo. De un salto, agarró la pecera con la boca y la llevó hasta el garaje, donde le esperaban los demás.
Ya en el garaje, metió la pecera en la parte trasera de la furgoneta del granjero.
- Chicas, ayudadme a atar la pecera a la furgoneta para que no se caiga – dijo el Señor Saltamontes mientras sacaba una cuerda muy extraña de su mochila.
- ¡Qué cuerda más rara! – dijo Abeja.
- Es una cuerda tejida con tela de araña. Me la regaló la Señora Araña para mi viaje al Himalaya. Es la cuerda más resistente del mundo – dijo Saltamontes muy orgulloso.
De repente se abrió la puerta del garaje. Era el granjero, con el Señor Perro. Se subieron a la furgoneta y el granjero la puso en marcha.
- ¡Agarraos bien, el camino tiene muchos baches! - gritó el Señor Saltamontes a sus compañeras - ¡comienza la aventura!
Pasado un buen rato, llegaron al pueblo y la furgoneta se paró. Cuando el granjero entró en una tienda cercana, el Señor Perro fue a la parte trasera de la furgoneta.
- ¡Daos prisa, saldrá enseguida! Yo cogeré la pecera y vosotros subid encima de mí.
Los tres saltaron al lomo del Señor Perro y se agarraron muy bien.
-¿Adónde vamos ahora? - preguntó el Señor Perro.
- Hay que salir del pueblo - gritó el Señor Saltamontes -, ya estamos cerca, todo recto por esa calle.
El Señor Perro se echó a correr, con la pecera en la boca.
- ¡Socorro, socorro!  -gritaron Marco y Susi.
- ¿Qué pasa? ¿Quién grita? - preguntó Mariquita, mientras el Señor Perro paraba en seco.
- Somos nosotros, con tanto movimiento se está saliendo el agua de la pecera y Susi casi se cae al suelo - dijo Marco con la voz entrecortada -,  tienes que ir más despacio.
El Señor Perro se puso a caminar con más cuidado, hasta que salieron del pueblo. Llegaron a un camino, que según el mapa les llevaba directos a la playa. Empezó a anochecer y decidieron acampar.
- Es la primera vez que estamos fuera de casa tanto tiempo - dijo Mariquita, un poco asustada por la oscuridad.
- No os preocupéis - dijo el Señor Perro -, yo vigilaré toda la noche mientras vosotros dormís. Debéis descansar, todavía queda un largo camino.
A la mañana siguiente,  se pusieron de nuevo en camino. Estuvieron caminando toda la mañana a través de varias praderas y de un bosque, y a media tarde:
-¡Ya veo el mar!- gritó el Señor Saltamontes.
Todos empezaron a saltar de alegría. Marco y Susi, a su manera, también daban saltos. No lo podían creer, habían vuelto a casa.
Por fin llegaron a la playa y acercaron la pecera al mar. Entre todos ayudaron a Marco y a Susi a llegar hasta el agua.
 Ya dentro del agua, Marco y Susi se despidieron de sus amigos.
- Muchísimas gracias por traernos hasta aquí - dijo Susi entre sollozos -, nunca pensé que volvería, pero vosotros me habéis devuelto la alegría. No os olvidaré jamás.
- Espero que un día podáis venir a visitarnos, estáis todos invitados - dijo Marco muy feliz.
Mariquita y todos sus compañeros se despidieron de ellos y les prometieron que para el verano vendrían de visita. No querían perderse ese maravilloso lugar llamado Arrecife de Coral.

CARTA DE LA AUTORA

Mi nombre es Susana y por ahora tengo 38 años. Soy madre de dos peques, mi hijo Sergio y mi niña Esther. En este blog os quiero contar la historia de por qué, un día, comencé a escribir:

"Recuerdo haber tenido una infancia feliz. La tercera de cuatro hermanos. Nunca faltaba con quién jugar. Mi familia me definía como algo alocada y es que, debo ser sincera, siempre vivía en un mundo de fantasía.
Con los años maduré, estudié, hice una carrera universitaria, comencé a trabajar, me casé y cree una familia. Los días y los años fueron pasando; mucho trabajo y sobre todo, mucho estrés. Un día, después de descubrir que cada vez estaba de más malhumor, comprendí que algo estaba fallando. Yo no era así. ¿Dónde estaba esa niña alegre y fantasiosa que siempre tenía una sonrisa en la boca? Ahora no tenía tiempo ni para jugar con mis propios hijos.
Fue entonces cuando decidí cambiar. Mi cabeza siempre estaba imaginando historias fantásticas. Era el momento de sentarme a intentar escribirlas. Siempre se me había dado muy mal, así que decidí hacer un curso de escritura. Ahí comenzó todo.
Comencé escribiendo cuentos para los niños que tenía más cerca, mis sobrinos y mis propios hijos. Quería que cada uno de ellos fuera el protagonista de su propia aventura, que se sintiera identificado y que la lectura de ese cuento fuera todo un placer, pero sobre todo quería que pudiera descubrir toda la fantasía y la imaginación que puede haber en un libro."

Hace años que leí "La Historia Interminable" o "Charlie y la fábrica de chocolate", entre otros. Recuerdo con cariño esos momentos de lectura que me atraparon y que todavía hoy están en mi recuerdo como si de ayer se tratara. Así que con mis cuentos, espero poder aportar un pequeño granito de arena a ese fantástico mundo que son los libros y cuentos infantiles.

Solo espero que vuestros pequeños, y vosotros mismos podáis disfrutar de ellos tanto como yo he disfrutado imaginándolos y escribiéndolos.
Por un ratito, volved a vuestra infancia y disfrutad.